La vegetación insiste en crecer incluso cuando algo la limita. De la tierra surgen diminutos brotes que, con el tiempo, se transforman en fuertes ramas. Se despliegan, se expanden y se curvan con una fuerza silenciosa y obstinada, dibujando trayectorias en el aire que desafían la quietud.

En palabras de Verónica Vicente:

Donde la rama insiste propone una confrontación entre lo natural y el espacio construido que lo contiene, articulando una tensión constante que acaba por conectar ambos extremos en algún punto. Ramas salvajes se expanden sobre la arquitectura, desafiando la tensión de un tejido que las aprisiona. Al mismo tiempo, esas mismas maderas actúan sobre las paredes como soportes de lienzos teñidos con pigmentos elaborados a partir de materia orgánica, como flores, hojas o cortezas de los árboles que proporcionan su paleta de color identitaria. Las ramas, con su trazo silvestre, dibujan sobre la pared; la tierra, con su tinte natural, pinta sobre la tela.

Dibujo y pintura se entrelazan en este espacio para componer la esencia de un paisaje determinado: un territorio íntimo y simbólico para la artista, próximo a la frontera con Portugal y al río Miño, en Tomiño. Verónica Vicente nos traslada a ese paisaje recreándolo en su mínima expresión pictórica, en la que cada rama, cada hoja y cada pigmento orgánico ha sido recogido y trabajado con delicadeza por ella, dotando a todos ellos de una carga emocional aún mayor.

Esta instalación nos habla de las tensiones que atraviesan todo paisaje: lo contenido y lo libre, lo frágil y lo resistente, lo humano y lo natural. Y al mismo tiempo, sus elementos —ramas, telas, pigmentos— se convierten en portadores de memoria y nos hablan de pertenencia, de identidad y del profundo vínculo que mantenemos con nuestros lugares de origen.

Pilar Romero